Ayer tuve que hacerlo nuevamente por dinero. Fue algo tan espantoso, pero la necesidad es imperiosa, necesitaba conseguir esos cien dolares y me fueron ofrecidos por 45 minutos que no valieron el asco y la repugnancia que me causaron esos besos en mi cuerpo. La suciedad no la quitó ni el agua ni el jabón. El mal sabor de boca no lo borra el alcohol ni el humo del tabaco o de la marihuana. El hedor no se elimina tampoco. Me siento puerca, pero al menos conseguí para pagar la escuela del niño, y el arriendo para poder proteger a mi bebé.